Me asomé a mi ventana
para ver como llovía, un relámpago iluminó el cielo seguido por un trueno ensordecedor que hizo que los
cristales retumbaran, retrocedí instintivamente pero te vi y eché un paso
adelante, no podía retirarme y dejarte a la buena ventura; con el corazón
temblando todavía, abrí la ventana y te ayudé para que entraras en mis
aposentos, estabas empapado, casi moribundo, temblabas de frío y yo te calenté
con mi cuerpo y mi aliento; conquistaste mi corazón, pero con el primer rayo de luz te marchaste
sin importarte mi desconsuelo.
Mª Carmen Díaz Maestre
11/12/2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario