Era el último
martes del mes, caminaba de un extremo a
otro del andén nervioso, al fin había llegado el día en el que ella regresaba para no marchar nunca más.
Él llevaba
un ramo de flores que escondía tras su espalda, más, el tren pasó de largo, ella pegó el
rostro a la ventanilla y sus labios dibujaron una sonrisa que le dijo todo lo
que nunca le podrían decir con palabras.
Con mucha
parsimonia puso el ramo en un banco de los situados en el andén, sacó su
libreta y el bolígrafo y escribió: Por aquí pasó el amor que me llevó a ninguna
parte. Arrancó la hoja con rabia y la dejó junto al ramo.
Tomó un tren del que desconocía su destino.
Mª Carmen Díaz Maestre.
31/3/2015
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