SONETO-I
En la plaza
de mi pueblo, hermoso,
Altanero, el castillo
relucía
y hasta
cuando la niebla aparecía
Él, se
mostraba erguido y orgulloso
Majestuoso,
brillante, poderoso,
Traspasaba
la niebla con alegría,
La gente,
al mirarlo, dichosa sonreía
al verlo
tan alegre y generoso.
Pero unos
desalmados derribaron
Aquella
torre que yo admiraba,
A golpes de
martillos, la tiraron
En mi alma,
los golpes resonaban.
Huérfano
está ya, mi castillo amado,
¡Ya no está
la torre que le animaba!
Mª Carmen
Díaz Maestre
5/8/2017
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