Durante el día todo fluye con calma y paz, el
quehacer diario te va llevando; risas, música, una peli, en fin, las cosas se van llevando más o menos
bien, incluso las que no son agradables las llevamos con cierta paciencia y seguimos adelante, pero llega la noche después
de recoger la cocina, te sientas en el sofá, te pones la televisión, o lees un
libro, o enciendes el ordenador y el sueño te va venciendo. Pero tú estás ahí,
interesada en lo que tienes entre manos, pero los ojos no obedecen, se caen los
párpados, no puedes concentrarte. ¡Qué
rabia, con lo interesante que está!
Al cabo de unos minutos estás tan cansada que
decides irte a la cama.
¡Uf, que boba eres, estás ahí sufriendo sueño con lo
fácil que es irse a la cama!
¡Oh, qué bien se está aquí, cierras los ojos y aquí
todo paz! Pero...¡Noo! de eso nada, estás larga en la cama y tu mente se
acciona de forma vertiginosa. Das una vuelta y otra y más pero nada, el sueño
se ha ido no sabes dónde, ahora tu mente viaja por los lugares más escabrosos
de tu vida. Las preocupaciones vienen una y otra, los recuerdos recientes o
lejanos se hacen dueños de la situación, todo lo ves negro, como la noche,
intentas dirigir tus pensamientos en otras direcciones más positivas pero nada,
no hay manera, todo es oscuridad y das una vuelta a la izquierda, otra a la
derecha, para arriba, para abajo, nada imposible conciliar el sueño, por lo que
tomas la determinación de levantarte otra vez. Te sientas en la cama y
compruebas que las fuerzas te han abandonado, no te tienes en pie ¡Qué sueño
por Dios! Te vuelves a meter en la cama y al fin, después de todo ese ajetreo
te duermes plácidamente. ¿Plácidamente?
¡Uf, no sé! Los sueños acuden arañando tu inconsciente, a veces sonríes
en ellos, pero otros...te sobresaltan, te dejan molida, te levantas con los
ojos semicerrados, descalza, sin encender la luz para no despertar a nadie, vas
al baño y...¡maldición, uf, que porrazo te das en el dedo gordo del pie con la
silla! ¡oj, no sabes por qué tiene que estar ahí, uf! Vuelves a la cama y otra
vez lo mismo, que fastidio, ya estás otra vez desvelada, otra vez vuelven a
revolotear los pensamientos, pero esta vez no les dejas entrar demasiado adentro, te impones, estás tan
cansada que el sueño vence. ¡Ahora sí que duermes bien! ¡Qué placer! ¡Duermes,
duermes!
y...¡Rinnnn,rinnnn! ¡Oh no! ¡El despertador! De buena
ganas te darías vuelta y seguirías durmiendo pero tienes que ir a trabajar, con
mucha parsimonia te sientas en la cama, buscas las zapatillas y al fin te
incorporas, te estiras, bostezas y cómo
sonámbula vas al baño, te das un buena ducha y sales casi cantando, eres
como otra persona nueva, la luz del día ha abrazado el milagro de la vida.
Mª Carmen Díaz Maestre
30/8/2017