Mientras miraba a mi
hijo de un año, mi alma lloraba y mi corazón se rompía en mil pedazos, estoy en
el paro…¿Qué será de él? ¿Qué le podía ofrecer? Él, ajeno a mis cavilaciones me
mira, balbucea, tengo el periódico en la mano y se lo acerco, sonríe, lo agarra
fuerte con sus manitas, intento arrancárselo con cuidado pero se rasga una
hoja, el sonido hace que mi hijo se sorprenda y le arranca una carcajada, le
miro con la dulzura que solo una madre puede mirar a su hijo, él espera otro
sonido, rasgo otra hoja de papel y él carcajea más fuerte, ¡esa risa infantil
que contagia! poco a poco fuimos desgarrando todas las páginas hasta hacerlas
añicos y me olvidé del problema por un rato en el que compartí con mi hijo algo
tan maravilloso como una carcajada.
Mª Carmen Díaz
Maestre.
7/5/2013
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