como se va muriendo la luz del día.
La oscuridad envolvía su rostro,
pero en la ciudad, tímidas luces de neón,
le rompen el corazón
invitándole a pasear.
Desde la triste habitación del hospital,
en la negra espesura
contempla el vaivén del mar,
el canto de las olas blancas de espuma
le llaman sin cesar.
Mira el cuerpo inmóvil, siente congoja,
y en un momento se sonroja
por sentir el deseo de escapar.
Se acerca a la cama y la besa y
sigilosamente sale del dormitorio,
¡Le llama el mar! Va.
pasea por la orilla
y siente en sus pies cosquillas
las dulces caricias, le sacan del corazón
otra sensación que sintió ayer.
Ahora llora… sus lágrimas
se fusionan con el agua del mar,
y vuelve al hospital
para mirarla otra vez.
¡Pero ya no está!,
¡Pero ya no está!,
solo una voz clara retumba
y le dice rotunda,
¡vive y déjame marchar!.
Corre de un lado a otro buscando el lugar,
el corazón se le salta,
un nudo se le hace en la garganta
y un grito desgarrador
emite como única voz. ¡¡¡Noooo!
Cae inconsciente, llega el doctor,
le da un reconstituyente
para reparar su corazón.
Despierta temblando,
en la misma cama, en la que ella murió.
Con los ojos desorbitados
mira a su alrededor;
una enfermera le cuida
le tranquiliza con su voz
dulce y cariñosa, eso le pareció,
pero no olvida a la muerta
y mira hacia la puerta
por la que ella salió.
Después del entierro, camina en silencio…
Llega hasta su hogar,
ahora roto…desquebrajado…
¡Ella, ya no está!
Sale al balcón… le llama el mar…
Pero ahora no quiere oírle
le culpa de su mal
y huye a la montaña,
construye una cabaña
en las que en la noche dormirá.
durante el día errante caminará
sin importarle la vida,
esa vida… que ya… no vivirá.
Mª Carmen Díaz Maestre.
18/12/2012
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