sábado, 3 de diciembre de 2011

LA SIMILITUD


Ayer camino de mi casa, yo pasaba por la guardería infantil de Sabiñánigo, oía el llanto de los niños lejos de sus padres, que estaban trabajando para poder llevar el sustento a casa y poder alimentarles. Eso trajo a mi memoria que cuando yo vivía en mi pueblo, Monroy, al ir paseando por la dehesa cerca de los corrales de las cabras, oía el berrear de los cabritillos sin sus madres, porque estas habían salido a pastar para poder llenar sus ubres de leche y amamantar a sus hijitos.

Recuerdo cuando la cabrada se acercaba a los corrales el garigay que se formaba, las cabras berreaban en tono grabe y los cabritillos en tono agudo, las esquilas que llevaban en el cuello colgando de un collar de cuero que llevaban las cabras jóvenes sonaban agudo “Tilin, tilin” y del cuello de las cabras que estaban preñadas o paridas colgaban unas campantillas mas grandes que las esquilas, con un sonido entre grabe y agudo, el macho cabrío llevaba un esquilón más grande de sonido grave “Tolón, tolón”, el silbido de los cabreros y el ladrar de los perros todo el conjunto era una representación orquestal, un concierto de sonidos naturales como natural era el olor que se desprendía a cabras y a polvo del camino que me cortaban la respiración.

Pero volviendo al principio, el oír a los niños y al recordad estos episodios pensé en lo parecidos que somos los humanos y los animales.



Mª Carmen Díaz Maestre.



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