RELATO
¿Qué edad tenia? ¿Treinta años? ¿Cuarenta? ¿Cincuenta? O ¿Tal vez sesenta? ¡Que más daba! Solo sabía que se había enamorado y había enamorado, otras veces también lo había estado, otras veces también había enamorado, pero ahora… ahora era diferente. Sentía el amor como nunca antes lo había sentido, era único, era especial. Sentía aquello que siempre deseó sentir, amar y que le amaran de la misma manera, con las mismas fuerzas, en cuerpo y alma, con amor maduro pero fresco, amor desinteresado, en el que daba y recibía aún mas de lo que daba, del que aprendía y al que enseñaba, ese amor por el darías todo sin que te pidan nada.
Se sentían como dos adolescentes, cuando se encontraban, hablaban y hablaban, y se miraban y se querían y soñaban. Las horas pasaban demasiado deprisa, hubieran querido parar el reloj y seguir soñando, viviendo y amando por el resto del tiempo que les quedara de vida, pero no era posible, el reloj estaba ahí marcando la hora, amenazando, ¡Si! el reloj era una amenaza constante, no debían rebasar la hora, como cuando eran niños y sus padres les decía: -¡A las diez en casa! -¡Si, el reloj era una amenaza! Una amenaza que no supieron vencer.
Pero llegó el momento en el que dejó de amenazar, se paró para siempre, y él entonces, deseó que nunca se hubiera parado, se había acostumbrado a esa horrible amenaza y ahora le dolía el alma porque ya no estaba allí, se paró el reloj y el latir de aquel corazón que hacía latir al suyo propio. Entonces pensó, ¿Por qué le haría yo caso a aquel reloj? ¡Quedaron tantas cosas por vivir! ...
Fin
M. carmen
25-7-2008
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